El peligro de gobernar con fines electorales. Vox Populi: José Renán Trujillo.

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Vox Populi. ¿Quién le cumple a quién? La pregunta, más que un título, es un espejo que refleja la vieja práctica política que vuelve a respirarse en Cali. Las recientes confesiones de Álvaro Ashton ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) reviven las sombras del pasado; la parapolítica, las alianzas turbias, las lealtades compradas; pero también obligan a mirar con lupa lo que ocurre hoy en nuestra política local.

Porque si algo enseñó la historia de la parapolítica fue que las alianzas entre clanes, caciques y contratistas no son simples coincidencias, son estructuras de poder que se alimentan del dinero público, disfrazadas de progreso y gestión. 

Ashton, recordado por su turbulento paso por la vida pública, terminó revelando cómo los proyectos políticos de las Autodefensas Unidas de Colombia se consolidaron infiltrando municipios, departamentos y corporaciones, bajo la excusa de refundar la patria. En realidad, refundaron la corrupción.

Hoy, cuarenta años después de aquellas tramas y casi una década después de las compulsas de copias que dejaron más de 16 mil expedientes por investigar, pareciera que la historia vuelve a repetirse en versión local. 

En Cali, los rumores crecen sobre presiones desde la Alcaldía, sobre posibles amarras con contratos públicos y la utilización de los recursos municipales como si fueran moneda de cambio política. No se trata solo de contratos o licitaciones, se trata de la dignidad de una ciudad que no puede seguir siendo usada como trampolín electoral.

La Alcaldía de Cali no puede convertirse en el escenario donde se negocian favores ni en el mofón desde el cual se impulsen aspiraciones personales hacia el Senado o la Cámara. Cuando la administración pública se convierte en campaña, la ciudad pierde; cuando la política se mezcla con el dinero público, la democracia se deforma.

Y mientras algunos se reparten contratos, otros siguen preguntándose quién protege de verdad los intereses de Cali. Porque gobernar no es administrar recursos para futuros aliados, sino responder a la ciudadanía que confió en un liderazgo ético. Si los rumores de cooptación y constreñimiento son ciertos, el daño ya no será solo económico, será moral, y manchará otra vez la fe pública que tanto cuesta recuperar.

Por eso, este es un llamado fuerte y necesario, Cali no puede seguir siendo usada como trampolín político. La ciudad necesita líderes que gestionen con transparencia, no que se sirvan del poder para perpetuar su influencia. La política local debe volver a su esencia, servir, no servirse. Y la justicia, esta vez, no puede llegar tarde.

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