Considero que no hay porqué seguir eludiendo el debate acerca del centralismo. Menos lo debe hacer el actual gobierno que, según ha dicho, no quiere eludir ninguna discusión sobre tema alguno y asistir a estos debates con la intención de intervenir activamente, sin hacer reservas de pensamiento o limitaciones a su expresión.
Según lo que ha dicho en diversas oportunidades, el señor presidente, tiene el ejecutivo y muy especialmente él mismo, un marcado interés en agitar la sensibilidad de la nación sobre este género de ideas, porque comparte lo que pensamos millones de compatriotas, que son muchos los cambios que han sufrido la inteligencia y la realidad colombianas desde los días turbulentos de las revoluciones federalistas o centralistas y que han desaparecido, si es que alguna vez existieron, las causas que dividieron la opinión colombiana hasta llevarla a las guerras civiles, para dirimir la manera de organizar y distribuir el poder público.
Desde un tiempo a esta parte, tiempo relativamente reciente, el pueblo siente que se va libertando de trabas mentales y expresa sus aspiraciones auténticas unas veces, otras sus artificiales deseos, con singular vehemencia.
Se da cuenta de que ha cambiado algo en la patria, de que ya no se ahoga su voz en la libertad indiferente de opinar, sino que tiene eco atento y cordial en el congreso, en el gobierno, en los agentes del poder; y que no se pide en vano, ni se reclama sin respuesta, ni se discute sin receptividad en las altas esferas de la dirección pública.
Por ello, sin que los hechos concretos estén definiendo la necesidad de estudiar una nueva organización , o división de la nacionalidad en materia de centralismo o federalismo, no puede evadirse una discusión como esta de ahora, porque en su fondo hay sentimientos populares que pueden estar equivocados, o hay torcidas interpretaciones, o existen equívocos que solo un debate franco en las cámaras legislativas puede disipar, enderezar o aclarar.
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