A menos de un año de las elecciones de 2025, el progresismo colombiano se encuentra inmerso en una disputa ideológica que va más allá de los nombres y las candidaturas. El más reciente enfrentamiento entre el exministro Luis Carlos Reyes y el político Roy Barreras ha reactivado un debate de fondo sobre el tipo de proyecto político que debe representar la izquierda colombiana: ¿ética y transformación estructural o pragmatismo electoral y manejo del poder?
Luis Carlos Reyes, académico y exdirector de la DIAN, lanzó una crítica directa y profunda contra lo que denominó el “Roy-Benedettismo”, en alusión a Roy Barreras y Armando Benedetti, figuras tradicionales del escenario político colombiano, hoy cercanas al gobierno de Gustavo Petro. Para Reyes, esta corriente representa un enfoque en el que “el fin justifica los medios”, incluso si esos medios incluyen el clientelismo, la opacidad en el uso de recursos públicos y la política de favores.
“El Roy-Benedettismo es el principal enemigo del progreso de Colombia”, sentenció Reyes en un hilo de seis publicaciones en X (antes Twitter), que rápidamente se viralizó.
Una crítica estructural al modelo político
La postura de Reyes va más allá de la denuncia personal. Su hilo presenta una crítica sistémica a cómo ciertas prácticas están minando los objetivos históricos del progresismo. En primer lugar, menciona que este modelo no ha logrado transformar de manera estructural el sistema de salud. En lugar de corregir las deficiencias de las EPS, se corre el riesgo de reemplazarlas por un sistema igualmente vulnerable a la corrupción y la mala gestión.
En segundo lugar, Reyes señala que el enfoque del “roy-benedettismo” no ha consolidado la paz. A pesar de los avances legislativos y los acuerdos alcanzados, las fallas en el diseño e implementación de las políticas públicas han permitido que sigan funcionando estructuras ilegales como el narcotráfico y el contrabando, que continúan alimentando la violencia en los territorios.
“Este enfoque, más allá de sus fines declarados, termina por debilitar los propios objetivos que dice perseguir”, advierte Reyes.
¿Hasta cuándo seguir tragando sapos?
La crítica también apunta a la narrativa del “realismo político”, que ha dominado sectores del gobierno y sus aliados. Reyes denuncia la justificación constante de que es necesario “tragar sapos” para gobernar y avanzar. Pero, según él, esta práctica solo ha debilitado la coherencia ética y ha puesto en peligro la credibilidad del proyecto progresista.
“Llevan años diciendo que tenemos que dejarles hacer política ‘a los que saben’, ‘a los que dan resultados’, y que ‘a veces hay que tragar sapos’. ¿Pero dónde nos tiene esta tragadera de sapos? ¡Ya no más!”, exclamó.
El progresismo frente a una encrucijada
Este rifirrafe no es un simple cruce de declaraciones, sino un reflejo de la encrucijada moral y estratégica del progresismo colombiano. De un lado, sectores que priorizan la coherencia ética, la transparencia y la transformación institucional. Del otro, figuras que apelan al pragmatismo y a las viejas fórmulas del poder tradicional para mantener gobernabilidad y avanzar en reformas.
¿Debe el progresismo ceder a las reglas del juego tradicional para sobrevivir políticamente, o debe reinventarlas con riesgo incluso de perder poder? La discusión está servida, y 2025 será el escenario donde se decidirá si Colombia opta por profundizar su transformación o simplemente maquillar las prácticas de siempre con un nuevo discurso.